Callejero con Marta Bengoechea en la SER
Esta sección nos acercará a los rincones más icónicos de la ciudad
Hoy paseamos por una de las grandes arterias de Vitoria: el Portal de Castilla.
Una calle que, más que una simple vía, es un auténtico relato de transformación urbana, industrial y también política.
Su nombre actual lo recibe en 1843, pero mucho antes ya era conocida como el Camino Real de Castilla, o Puerta de Castilla. Era la entrada natural a la ciudad desde el sur, y por aquí accedían viajeros, mercancías… y también ejércitos.
El recorrido arranca junto al Parque de la Florida, y termina en el Alto de Armentia, conectando el corazón de la ciudad con sus barrios más modernos. Lo que hoy llamamos Portal de Castilla era, siglos atrás, el paso obligado para llegar a San Sebastián o incluso a Francia.
Durante décadas fue una vía muy transitada por la carretera nacional 1, que cruzaba por Florida, Ortiz de Zárate, la Paz y Los Herrán. Era un continuo ir y venir de coches, camiones y autobuses.
Y es que este portal, además de histórico, fue industrial. Donde hoy encontramos edificios residenciales, el Registro de la Propiedad, el restaurante Ikea, el hotel Ciudad de Vitoria o el Palacio de Justicia, antes había talleres y fábricas: Etxearza, Apellaniz, Aranegui, Aranzabal, Lascaray… Toda esa actividad se trasladó a los nuevos polígonos de Gamarra y Betoño en los años del desarrollismo.

Uno de los puntos más icónicos del recorrido es el Puente Azul, que cruza las vías del tren. El actual, de arcos de acero pintados de azul, se inauguró en 1994 y resolvió un importante cuello de botella que generaba el viejo puente de hierro forjado, al estilo Eiffel, de apenas nueve metros de luz. Aquel puente antiguo no desapareció: hoy descansa como monumento en la mediana de la calle Portal de Foronda.
“HIC NAPOLEON I, IMPERATOR, HABITABIT ANNO MDCCCVIII”
Tras el puente, llegamos al Parque del Prado, y justo allí nos encontramos con una joya de la historia: la Casa de Napoleón, o Etxezarra.
Aquí se alojó el emperador francés en 1808, tras la derrota de Bailén, en su intento por reinstaurar a su hermano José Bonaparte en el trono de España. En el dintel de una ventana puede leerse aún: “HIC NAPOLEON I, IMPERATOR, HABITABIT ANNO MDCCCVIII”. Hoy, en sus bajos, hay un restaurante que incluye en su carta el famoso “menú Napoleón”.
Frente a esta casa estuvo la fábrica de cremalleras Areitio, donde trabajaron muchos vitorianos. Hoy, en su lugar, hay viviendas preciosas.
Siguiendo hacia el sur, encontramos una ikastola, que antes fue convento de las Oblatas. Y enfrente, uno de los establecimientos de restauración más emblemáticos de la zona: el bar La Antonia, parada obligada de camioneros, viajeros de la Nacional I y también de muchos vitorianos. Allí reinaban doña Antonia y sus hermanos, José Luis y Antonio.
El Portal de Castilla termina en la gran rotonda que da paso al Alto de Armentia, con concesionarios a la derecha y grandes superficies a la izquierda. Una frontera simbólica entre la ciudad de ayer… y la ciudad de hoy.
Porque si algo define al Portal de Castilla es su capacidad de adaptación: de camino real a calle urbana, de frontera a conexión, de hierro a modernidad. Una calle que ha sabido transformarse sin dejar de contarnos su historia.